La función de la mujer como educadora.

La función de la mujer como educadora.

Mtra. Margarita Martínez Rivera

La función de la mujer como educadora, no siempre fue reconocida, ni relacionada con un contexto de enseñanza. Así tenemos que en los aztecas y mayas, la madre era la encargada de instruir e iniciar a las mujeres desde niñas, y radicaba en instruirlas en quehaceres domésticos, elaboración de manualidades que las dirigía hacia ser comerciantes.

Ya con los españoles, se asume una religión,  esto da un nuevo elemento de instrucción,  las religiosas que junto con las madres de familia, guían una enseñanza de  obediencia, sumisión, vinculada a un ser superior que castiga si se trasgredían estos límites. Esta educación no requería mayor escolaridad, la cual se  realizaba solo en lugares privados, como era  dentro del hogar, en parroquias o conventos; sólo tenían acceso niñas y adolescentes que tenían buenos recursos.

Así, el oficio de maestra, no era reconocido, ya que la instrucción que se daba era sobre los deberes en casa,  de cómo ser “casta” y una “buena mujer”. Posteriormente, se paso a llamar a una nueva instructora como, “la amiga”, la cual enseña en su casa e instruye en cantos, costura y, catecismo; las alumnas salen de un espacio privado para entrar en otro espacio similar en el que la enseñanza sigue basándose en lo cotidiano.educacion

En la Colonia, en 1786, inicia un mejor sistema escolar y público para mujeres; se impulsa la educación y el trabajo femenino; lo cual hace necesario optimizar este aprendizaje y modificar las conductas tradicionales. Es el 2 de enero de 1799, que se decreta, impulsar este acceso a cualquier oficio, sin  frenar la enseñanza de las labores propias de su sexo. Aún no se hace referencia a la mujer como maestra; la enseñanza está dirigida y custodiada por las manos de varones.

El mayor logro escolar para la mujer, se puede considerar que es durante el siglo XVII, aunque sólo para las mujeres adolescentes que contaban con una economía envidiable, seguía siendo para las minorías; en la que su enseñanza consistía en aprender a escribir, leer, y hasta a “hacer cuentas”. Lo cual inicia el reconocimiento de la mujer como alumna, aunque en las escuelas superiores y la “Real Pontificia Universidad de México”, eran inaccesibles para ellas; por lo cual  sigue sin reconocerse el papel de la mujer como educadora o profesora.

A mediados del siglo XVII, en Puebla, inicia la profesión de “maestras de escuela”, solo para mujeres españolas, en las cuales se enseña a hacer chocolates, tejer, y costura.  Es en 1871, con Benito Juárez, al crear la “Escuela de Artes y Oficios para Mujeres”, la “Escuela Normal de Maestras” y la de “Enfermería”; marcan un gran desarrollo profesional para las mujeres en nuestro país. Iniciando así la apertura de un sinnúmero de escuelas para señoritas, en la que la educación era en base a “actividades propias de la mujer”.

A fines del siglo XVII e inicio del XIX, la enseñanza se inicia en establecimientos escolares, dejando a un lado los talleres, y marcando una gran avance. Es a fines del XIX que inicia con un reducido grupo de mujeres, el acceso a escuelas superiores  (medio siglo después que Estados Unidos). Constituyéndose en los setenta,  el derecho a la educación de la mujer a la educación, lo que marca su inserción en oficios, literatura, periodismo y, señala su lugar en la docencia. Así en los setenta, al establecerse un libre acceso no solo a los oficios, sino también dando una inserción educativa a diversas áreas docentes, como la literatura, el periodismo entre otras nuevas actividades culturales; lo que representa una apertura al espacio público; acciones que la mayoría de veces se suman a las actividades asignadas a través de los estereotipos de género, como son el cuidar ancianos, enfermos o niños, sin omitir las labores dentro del hogar; situación que hasta hoy perdura, y que no cambia ya sean profesora o alumnas; aunado a lo anterior la presencia de obstáculos para la inserción al ámbito de la educación, es muy diferente tanto en varones como en mujeres. Lo anterior impulsa su análisis, desde una perspectiva de género, para implicar la equidad en la construcción de una identidad de varones y mujeres.

Como se marca, en un inicio, la mujer estaba atada a enseñársele solo lo que se creía le correspondía hacer, junto a esto la connotación de maestra era negada y menospreciada para la mujer. Por ende el lugar educativo, era el ámbito privado, en el cual no se educaba a la mujer, sino se trataba de hacer mujeres piadosas con buen manejo en las labores domésticas y manualidades, las cuales eran encargadas de modelar principios y valores que se señalaban básicas para la formación de la familia y un buen funcionamiento del hogar.

Por lo tanto, es una realidad el insertar a la mujer en igualdad de circunstancias educativas, ya que la educación es un elemento de supervivencia para todos; lo cual debe estar con una disposición equitativa para toda la población. Es por lo tanto una necesidad de consolidar la igualdad y libertad en el ambiente educativo tanto en varones, como en mujeres, como un ejercicio en el desarrollo integral de las capacidades de la mujer, minimizando las grandes diferencias de género con respecto de la educación.