EL TRABAJO DOMÉSTICO DESDE UN ENFOQUE DE GÉNERO.

EL TRABAJO DOMÉSTICO DESDE UN ENFOQUE DE GÉNERO.

                                                                                       Dra. Alba Luz Robles Mendoza            

Las diferencias entre mujeres y hombres respecto a las tareas que desempeñan para el mercado laboral y las de tipo doméstico, determinan algunas de las desigualdades de género más importantes. Es precisamente el mayor tiempo que dedican las mujeres al trabajo doméstico lo que restringe su inserción laboral y su participación en otros ámbitos, como puede ser el de la política o en campos relacionados con puestos de poder y de toma de decisiones; situándolas en condiciones de desventaja con respecto a los hombres y limitando su autonomía económica.

En la actualidad, 10.4% de las mujeres que trabajan lo hacen sin recibir pago alguno por su trabajo, en comparación con sólo 5% de los hombres en esta situación. Usualmente las trabajadoras no remuneradas desempeñan su trabajo en negocios que son propiedad del hogar. La participación laboral de trabajadores no remunerados crece comúnmente en periodos de crisis. En México, entre 2009 y 2011 la participación masculina en el trabajo no remunerado aumentó 6.1 puntos porcentuales, y entre las mujeres 7.8 puntos. Hoy en día, si bien la proporción de este tipo de personal en relación con el total ha disminuido, aún no se han recuperado los niveles previos a la crisis, lo que nos lleva a suponer que como parte de las estrategias de sobrevivencia de los hogares, una buena proporción de mujeres se ha incorporado al trabajo sin recibir remuneración (INMUJERES, 2012:4).

Dentro del trabajo no remunerado existen varias categorías las cuales no se contabilizan dentro del trabajo salariado y son:

  • La economía de subsistencia relacionada con el trabajo que realizan las mujeres dentro de sus casas para apoyar la economía familiar y poder subsistir como puede ser la venta de comida y productos realizados por las amas de casa.

  • El trabajo doméstico propiamente estricto, que tiene que ver con las labores del hogar que se han etiquetado como “naturales” para las mujeres (lavar, planchar, cocinar, limpiar, etc.)

  • La economía informal, que implica el trabajo que se realiza a través del comercio de productos y servicios en tiempo libre de las amas de casa como por ejemplo la venta de joyería, cosméticos, ropa y utensilios de cocina, o bien la desarrollada en los mercados sobre ruedas o tianguis; y,

  • Las actividades voluntarias o asistenciales que se relaciona con el cuidado de las personas de tercera edad, de infantes o bebés, de animales domésticos o de personas enfermas físicamente o discapacitadas.

Independientemente del tipo de trabajo no remunerado de que se trate, las condiciones laborales de las mujeres en particular y de la población en general, se ven permeadas por determinantes de género relacionadas con la desigualdad de poder, la discriminación y violencia de género y las características socioculturales imperantes del sistema hegemónico masculino en el cual nuestro país está inserto. Lo cual delimita el desarrollo integral psíquico de las mujeres y a la vez reproduce los papeles estereotipados de identidad masculina y femenina.