En la práctica clínica de cualquier psicoanalista es frecuente tratar pacientes difíciles, aquellos que provocan una gran sensación de confusión y frustración y en quienes no sabemos de sesión a sesión qué nuevo conflicto presentarán, en ellos nuestras distintas intervenciones no parecen tener una respuesta positiva y el desorden y los cambios irregulares son los que determinan el proceso. Esto sucede tanto en tratamientos individuales, como de parejas o familias: un paciente limítrofe que constantemente rompe el encuadre, que tiene una asistencia irregular, olvidando sus citas y los pagos, y que reporta con frecuencia relaciones destructivas y conductas de riesgo, es un buen ejemplo. También una pareja ante un divorcio, donde se da una conducta errática, desordenada y donde sus miembros, además de colocar la responsabilidad única del rompimiento en el otro, plantean soluciones cambiantes y totalmente irracionales que pretenden, desde dejar en la ruina al contrario, amenazar con el suicidio si el otro se va, hasta en ocasiones considerar la posibilidad de provocar un daño físico al cónyuge que plantea la separación. Los ejemplos pueden ser innumerables y nuestros enfoques teóricos y estrategias técnicas, parecen no ofrecernos muchas alternativas de comprensión y de manejo y por el contrario en medida en que más intervenimos, más nos sentimos confundidos, podemos dar algunos calificativos diagnósticos tales como familias indiferenciadas, con pobres límites, parejas en escalada, o usar el popular término de limítrofe, aunque de manera general se suelen etiquetar como casos Intratables
Félix Velasco Alva*
“Lo más incompresible sobre el mundo es que sea comprensible”
Albert Einstein
Trabajo presentado en el 47o Congreso Nacional de psicoanálisis, celebrado en Tuxtla Chiapas los días 1, 2, y 3 de noviembre de 2007. Psicoanalista titular y didáctico de la Asociación Psicoanalítica Mexicana. Psicoterapeuta familiar y de pareja de IFAC.
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