Los condicionamientos sociales: ¿Cómo influyen en el ejercicio de tu sexualidad?

Los condicionamientos sociales: ¿Cómo influyen en el ejercicio de tu sexualidad?


Dra. Ma. Antonieta Dorantes Gómez

En nuestra sociedad existe un conjunto de patrones de comportamiento, formas de pensar y sentir mediante los cuales se significa el ser varón o mujer. Estos condicionamientos sociales tienen impacto sobre la forma en que las personas pueden estar vivenciando su sexualidad. Muchas personas han introyectado estos modelos que establecen como debe vivirse la sexualidad.

 

El seguimiento a-crítico de estos parámetros implica la enajenación del ejercicio de la sexualidad, en virtud de que las personas en lugar de  expresarse tal como son, buscan el asimilarse a los patrones establecidos negando su individualidad. En esta enajenación, los condicionamientos sociales son introyectados por las personas convirtiéndose en una serie de expectativas que marcan los cánones bajo los cuales experimentan su sexualidad. Así por ejemplo los varones pueden auto-imponerse estándares que demandan de ellos una potencia sexual que implica la posibilidad de que tengan erecciones más frecuentes o de mayor duración. En el caso de las mujeres, ellas pueden haber introyectado modelos que les exigen contar con los atributos físicos que conduzcan a desarrollar su capacidad de seducción sexual. De tal forma que su autoestima puede estar en función de que tanto se alejen o acerquen a los cánones de belleza femenina. La comparación de las formas de sentir y actuar concretas respecto de su sexualidad con los ideales que se les presentan pueden redundar en sentimientos de frustración, de vergüenza o culpa.

En virtud de que los patrones culturales establecen desde fuera, pautas, comportamientos, creencias y valores asociados al ser varón o mujer, no necesariamente corresponden con las particularidades bajo las cuales las personas concretas experimentan su sexualidad. La incapacidad de cuestionar estos patrones que establecen ideales respecto de lo que debe ser el ejercicio de la sexualidad humana, limita la posibilidad de encontrar nuevos caminos constructivos que guíen el ejercicio de una sexualidad plena y satisfactoria. El reconocimiento de la existencia de estos condicionamientos sociales y el establecer una distancia respecto de los mismos, permite a las personas el desarrollo de vías alternas para el ejercicio de una sexualidad más libre, auténtica y sobre todo basada en valores morales más equitativos. Si se cuestionan estos estándares poco realistas y en su lugar se acepta la existencia de personas reales que se comportan de acuerdo con sus historias de vida, sus creencias y los recursos con los que cuentan, es posible que la empatía, la comprensión y la aceptación de las diferencias, proporcionen nuevos horizontes en el ejercicio de la sexualidad humana. Si se reconoce la individualidad y la diferencia será más factible la construcción de nuevas formas de experimentar una sexualidad más auténtica y satisfactoria.

Cuando el ejercicio de la sexualidad se convierte en un medio para manipular, se enajena nuestro derecho a vivir una sexualidad libre, auténtica y conciente. Es alarmante ver cómo muchas personas (varones y mujeres) comienzan a experimentar su sexualidad sin una conciencia moral, de manera irreflexiva, sin una autoconciencia de lo que esto implica. En estos casos existe un vacío de valores morales que guíen el actuar de muchos jóvenes que desde tempranas edades viven su sexualidad, dentro de contextos en los que el alcohol, las drogas y la violencia son un factor común. Aquí es importante destacar que la situación no es igual si se trata de varones o de mujeres. El ejercicio de una sexualidad enajenada constituye un riesgo mayor para las mujeres. En el caso de las mujeres existen los peligros de las violaciones, de los embarazos no deseados o de la estigmatización que dentro de nuestra cultura patriarcal sufren las mujeres que se comportan bajo estos patrones.

Ante este vacío de espacios de valores morales que guíen el ejercicio de la sexualidad, el papel de la familia y de la escuela deja mucho que desear. En las familias y en las escuelas no existen en muchas ocasiones, condiciones que favorezcan la toma de conciencia de la importancia de los valores morales como una guía para el ejercicio de una sexualidad sana y responsable. A este gran vacío es necesario agregar la profusa presencia de los medios de comunicación, la televisión, Internet, la radio, las revistas, promoviendo  a la sexualidad como la panacea para obtener un máximo de placer independientemente de la dignidad y respeto hacia sí mismo y hacia las demás personas. Bajo un esquema capitalista y patriarcal, la sexualidad es un producto más de consumo.

Ante esta problemática es importante la difusión de una nueva cultura de la sexualidad que se base en el respeto, la autoconciencia, el amor y el cuidado de las personas. La sexualidad en nuestra cultura es generalmente vista como uno de los principales medios para obtener placer, independientemente de los derechos y de la dignidad de las personas.  Es preciso ubicar a la sexualidad como una faceta más de nuestra vida. Es necesario generar espacios de reflexión acerca del significado que la sexualidad tiene dentro de nuestra vida. Más allá de las fórmulas fáciles que han pretendido solucionar el problema de la sexualidad instruyendo a las personas en la utilización de métodos que eviten embarazos no deseados o enfermedades de transmisión sexual, es preciso generar espacios de autorreflexión en los que se perfilen los valores morales que consideramos deben guiar nuestra sexualidad.