INSTINTO MATERNAL, ¿EXISTE?

INSTINTO MATERNAL, ¿EXISTE?

María de los Angeles Herrera Romero.

En nuestra cultura predominan las representaciones del amor materno como hecho instintivo, e irracional, que se supone se manifiesta desde la infancia de toda mujer. Sin embargo su carácter natural se encuentra refutado no sólo por su variación entre las diferentes personas y lugares, sino también por su carácter siempre cambiante, que se explica por su conexión con la cultura y la organización de una sociedad determinada.

Uno de los aportes teóricos más importantes sobre el estudio del instinto materno fue realizado por Elizabeth Badinter en 1980, quien indica que los discursos científicos, colaboraron a construir el instinto maternal, el amor espontáneo, inmutable e incondicional que surge en toda mujer hacia sus hijos, creando en las mujeres la obligación de ser ante todo madres. El amor maternal aparece en el siglo XVIII como un concepto nuevo que obliga a las madres a garantizar la educación de sus hijos. Desde la lógica del sistema patriarcal se desarrollaron nuevos argumentos para crear en las madres la actitud «instintiva»; uno de ellos fue la lactancia materna proclamada como el componente básico de la correcta nutrición del niño y responsable del vínculo indisoluble entre él y su madre (Saletti, 2008).

Simone de Beauvoir (1998) pone en duda la presunta naturalidad de las conductas maternales y propone situarlas en el campo cultural, separando el aspecto biológico de la maternidad, de la valoración social de la misma.

Esta última incluye aspectos tales como la importancia que la mujer le del al hecho de ser madre, la intensidad con que deseen o rechacen esta posibilidad, el lugar que le asignen a su vida y el tipo y duración de los lineamientos afectivos y de cuidado que desarrollen en relación con sus hijos (as) (Juliano, 2004).

Badinter coincide en resaltar la variabilidad del sentimiento materno indicando que el instinto maternal es un mito, ya que la maternidad es un sentimiento variable que depende de la madre, de su historia y de la Historia, demostrando a través de su análisis que el rol de la madre es una construcción cultural (Saletti, 2008).

Norma Ferro refiere que no existe un instinto maternal, que la maternidad es una función y que el hecho de que el organismo esté preparado para ella no significa que deba ser realizada.  Así la mujer puede desear ser madre o no, y eso no tiene porque definir su feminidad (Ferro, 1991).

De la misma forma Tuber menciona que el deseo de un hijo no es algo natural sino histórico, generado en el marco de las relaciones intersubjetivas como resultado de una operación de simbolización, por lo cual el futuro del niño representa aquello que podría hacernos felices o completas (Tubert, 2007).

La maternidad es un concepto que se ha construido socialmente, a lo largo de la historia de la cultura occidental. Esto quiere decir que como construcción social sigue el mismo camino de las representaciones sociales de mundo y de cultura que los individuos elaboran, a partir de una praxis cotidiana, de una experiencia concreta que ayuda a organizar, justificar el funcionamiento social como forma de ver el mundo y a dirigir las acciones del individuo en la sociedad en donde vive. De manera que como imaginario social e individual, les da sentido a las prácticas sociales y privadas de las mujeres. Sus acciones cotidianas adquieren un significado, gracias a la interacción social de la cual forman parte (Alvarado, 2005).

Por lo que se concluye que el instinto maternal no existe ya que si fuese una conducta instintiva estaría presente en todos los pueblos y sería mas visible cuanto menor fuese la sofistificación cultural del mismo, concibiéndose a lo maternal, o a lo que esto implica, dependiendo del contexto social, la cultura o la creencias que nos rodean. Así el ser madre, depende de las relaciones que cada una construye en sí misma, basadas en los elementos de su entorno social, histórico y cultural.